Abierta, espontánea y con una sonrisa; así llegó Ruddy Rodríguez a Barranquilla, dispuesta a pararse en el escenario para hablar de la importancia y el valor de ser mujer.
La actriz venezolana abrió oficialmente la agenda de la feria Mujer 2012 en el Jumbo del Country Club, haciendo un llamado a todas las asistentes para apoyar la iniciativa de la Liga de la Lucha contra el Cáncer y crear conciencia sobre la prevención de esta enfermedad.
Ruddy habló con EL HERALDO sobre su trabajo filantrópico y su compromiso con las causas cercanas a su corazón, además de su carrera profesional, la experiencia de grabar la telenovela Amor de Carnaval en Barranquilla y sus proyectos cinematográficos.
¿Qué la trae a Mujer 2012?
Siento una gran admiración por nuestro gremio, por decirlo así, por lo que somos, por las mujeres berracas que podemos ser, por el papel que desempeñamos en la sociedad. Pienso que los artistas deberíamos convertirnos en las voces de otras personas que les da miedo hablar: de una enfermedad –en este caso el cáncer–, o de cosas que están pasando. Creo que uno tiene que animar a las personas a que no callen. Las mujeres somos extremadamente valientes hasta que vamos al médico; ahí nuestra valentía se convierte en cero. No estamos solas, y mientras más hablemos entre nosotras, podemos solucionar los problemas que nos afectan.
Dicta seminarios sobre temas como autoestima y trabajo en equipo. ¿Qué la impulsó a hacerlo?
Con la fama uno piensa en qué puede ayudar. Siempre ando como un picaflor, de un lado a otro ayudando en donde pueda, en donde crea que puede ser necesaria mi presencia.
Pero hace doce años empecé a ayudar a la fundación ‘El Camino a la Felicidad’ porque lo que está destruyendo a la sociedad es la falta de amor, necesitamos son valores, recordar como seres humanos la bondad que hay en las otras personas. Me niego a que la gente se llegue a acostumbrar tanto a la maldad, que cuando vean a alguien bondadoso, se sorprendan. No me gusta que la sociedad se convierta en eso. He ido a diferentes países, es el trabajo paralelo que uno hace a nivel personal, a nivel filantrópico, y me encanta, me llena mucho.
Pero hace doce años empecé a ayudar a la fundación ‘El Camino a la Felicidad’ porque lo que está destruyendo a la sociedad es la falta de amor, necesitamos son valores, recordar como seres humanos la bondad que hay en las otras personas. Me niego a que la gente se llegue a acostumbrar tanto a la maldad, que cuando vean a alguien bondadoso, se sorprendan. No me gusta que la sociedad se convierta en eso. He ido a diferentes países, es el trabajo paralelo que uno hace a nivel personal, a nivel filantrópico, y me encanta, me llena mucho.
¿Cómo fue la experiencia de grabar ‘Amor de Carnaval’ en Barranquilla?
Yo nunca había grabado en Barranquilla pero me parecía súper chévere. Aunque no pude disfrutar mucho de la ciudad porque cuando estaba haciendo Amor de Carnaval estaba haciendo Ella en mi cabeza en el Teatro Nacional. Me tocaba viajar mucho, ir y venir. Me daba risa porque me maquillaba todo el cuerpo, quería estar más morena por mis hijos (en la novela), porque soy de un blanco ‘rana platanera’ (risas). Quise engordar para verme más matrona, y me aproveché de todos los bollos, no me privé de nada. Me fascinó. Como personaje, quería que Adela fuera bien mamá, cariñosa, alcahueta. Con todo el respeto traté de aprenderme algunas expresiones de Barranquilla.
¿Como cuáles?
‘¡Te voy a dá’ una garnatá!’; eso me quedó entre ceja y ceja. ‘Ajá, ¿y tú qué?’, ¡esa me encanta! Para mí era como un nuevo idioma.
¿Cuáles son sus proyectos actuales y a futuro?
Estoy pasando por un período de descanso en donde no me ha tocado descansar. Hace tres semanas terminé una película en Venezuela, La casa del fin de los tiempos, que me dejó realmente agotada porque interpretaba a una mujer de 82 años y (para hacer) mi maquillaje eran diez horas. Fue muy duro, pero como personaje fue excelente. Esas son las películas que se te presentan cada 20, 30 años, y me pareció un reto aceptarlo. Es la primera película de suspenso que se hace en Venezuela y estoy feliz de haber estado ahí. Fue una experiencia agotadora pero valió la pena.
Por Melissa Zuleta Bandera
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